martes, 4 de septiembre de 2012

EXPRESIONES REGIONALES


                                                                                                                  04/09/2012

Y DESPUÉS DE NAVIDAD ¿QUÉ?
Por: Orlando A. Moscoso F.
Psicólogo
 
            La Navidad para nosotros, al igual que para la mayoría de las personas que creen en ella, es una época muy especial, propicia para la reconciliación, el perdón, el recogimiento, la meditación y para la evaluación y redefinición de nuestra filosofía de vida, la cual debe estar fundamentada en una escala de valores que guíe todas nuestras acciones.
            Para el buen cristiano la Navidad significa el gran reto de retomar las enseñanzas de Cristo y multiplicarlas en sí mismo, a lo largo de su propia vida.  Navidad es proponerse ser mejor cada día y despojarse de actitudes y sentimientos mezquinos y egoístas.
            Pero navidad también es evitar los excesos y no concebir el nacimiento de Jesús como un acontecimiento propicio para regalarnos solamente cosas materiales y comer y beber en exceso, como si no lo fuéramos a hacer nunca más.
            La vida de Jesús nos demuestra todo lo contrario y nos orienta hacia una vida austera y sin excesos.  Nos modela un estilo de vida sencilla, humilde, sin mayores alardes de lo que “tenemos” o “podemos”.  Él, que lo podía y lo tenía todo, nos enseñó que lo más importante no era ostentar el poder y la gloria, sino compartirlos con nuestros semejantes.  Eso es la Navidad.
            Quizás por costumbre o tradición, muchas personas consumimos todos los ahorros, generados a través del esfuerzo y los sacrificios de todo un año, en una semana o, mejor dicho, en dos días, Navidad y Año Nuevo.  ¿Y después qué?  A empezar de nuevo y a repetir la historia año tras año, sin ni siquiera preguntarnos, por ejemplo, ¿tiene sentido continuar celebrando la Navidad de esta manera, en esa magnitud y de manera individualizada y egoística? o ¿debo compartir con otros que no pueden, como yo, celebrar la Navidad?  ¿Vale la pena que me gaste en uno o dos días todos los ahorros que con muchos sacrificios he podido acumular durante todo un año?, o ¿debo mantener cierta cantidad ahorrada para satisfacer otras necesidades o contingencias y fortalecer, consecuentemente, el hábito del ahorro?
            Pareciera que la Navidad es para nosotros como una carrera de competencia, en la cual se medirá quién gasta o consume más.  Pienso que este no fue el mensaje de Jesús, por cuyo nacimiento celebramos la Navidad.  Hemos tergiversado sus enseñanzas.  Tiene sentido que, por la importancia y trascendencia que reviste el nacimiento de Jesús para los cristianos, celebremos y compartamos, pero no al grado ni de la manera en que lo hacemos muchos.
            Por otro lado, pareciera ser que sólo en tiempo de Navidad debemos compartir, perdonarnos y no hacer la guerra (tregua de Navidad), ¿y después qué?  Seguimos igual y a veces peor que antes.  Entonces no hemos aprendido lo fundamental de la Navidad, quiero decir de la vida y obra de Jesús.  Es como si ser bueno o mejor de lo que somos, estar en paz, perdonar, compartir y alegrarnos con los demás, fuera una condición temporal, sin posibilidad de que adquiera carácter de permanencia.
            Toda persona puede ser mejor de lo que es si se lo propone con voluntad y determinación.  La Navidad es una época propicia para empezar a hacerlo, si no hemos empezado ya, para no quedarnos allí estancados, sin renovarnos y depurarnos.  El cambio debe ser permanente y continuo.  Pero es que el que no cambia no sólo se estanca, sino que retrocede, porque el mundo sigue su evolución y nos deja atrás.
            Que cada Navidad nos permita reflexionar sobre lo que somos hoy y lo que queremos ser mañana y que el Nuevo Año se convierta en esa gran oportunidad que tenemos para serlo.